Macro y micro
El Macrobios y el Microbios
Hay ciertas similitudes entre lo grande y lo pequeño, cierta analogía que nos permite intuir leyes comunes.
Para la mentalidad antigua esto se daba por real. Para dicha concepción el Universo es un ‘animal celeste’. Un ser vivo con sus leyes que lo rigen, un “macrobios” que se puede ver reflejado también en pequeño, en el hombre, que como ser vivo conforma un reducido “microbios”.
Los átomos en el hombre serían algo similar en su cuerpo a los sistemas estelares en el cuerpo celeste del Universo; sus moléculas, -que enlazan átomos- serían como verdaderos sistemas estelares enlazados; sus células serían como galaxias; los tejidos se asemejarían a nubes de galaxias; los músculos a algo así como cúmulos galácticos; los órganos bien organizados y diferenciados a supercúmulos o nidos de galaxias.
Ciertas analogías han de hacernos pensar que la vida guarda secretas leyes con que ordena a sus criaturas, que no pueden ser fruto de casualidad alguna. Así podemos ver observar en el hombre que la inclinación del corazón es de unos 23º al igual que ocurre con el eje de la misma Tierra. El agua marina en pequeñas proporciones puede sustituir a la sangre y realizar su trabajo en el cuerpo humano. Tal vez por ello el hombre antiguo decía que los mares son como la sangre de un ser vivo llamado Tierra. El hombre respira habitualmente unas 18 veces por minuto, lo que lleva a completar unas 25.929 veces al día; por extraña analogía este número es la cantidad de años que conforman un año-sideral, en que el sol lo encontraríamos o veríamos surgir por el horizonte por la misma posición. ¿Tal vez un día de los nuestros equivalga a un año de nuestra estrella?.
Cuando se nos describe un átomo pareciera que estuviésemos ante un sistema estelar en miniatura, salvadas las diferencias de magnitudes. Aunque nuestro sistema solar nos parece gradioso, tal vez, entre el átomo y un sistema solar tan sólo hay una diferencia de tamaños. Los antiguos consideraban al Sol como un gran ser vivo, sometido a leyes similares a las que rigen todo el cosmos; y los seres vivos en particular. Del mismo modo la actividad atómica dentro de cualquier material nos hablaría de un tipo de vida, que demuestra que la materia no está inerte.
Todo está en relación, tal como nos dice el viejo aforismo del Kybalión egipcio, “Así es arriba como es abajo”. Nos regimos por leyes semejantes, tanto en el microbios como en el inmenso macrobios, estamos sometidos a unos principios generales. Nosotros tomamos la energía del ambiente, como expresan las culturas orientales, por ello se dan más casos de muerte natural al amanecer, cuando el ambiente y por tanto el hombre dispone de menor energía. La sangre se coagula en pequeños grumos cerca del amanecer. Nuestra secreción hormonal y la tensión arterial también guarda relación con el Sol, y así podríamos citar variados ejemplos...
Vivimos interconectados con nuestro entorno, nuestra realidad no es tan sólo nuestro cuerpo, sino la Naturaleza que nos envuelve. Estamos encadenados al cosmos y no tan sólo en su faceta material...
Pero a pesar de vivir conectados a ese Cosmos, influidos e inmersos en él con todas sus consecuencias, ciertos límites predispuestos por la naturaleza, nos enmarcan el hábitat en que se desarrolla la escena de nuestra vida.